viernes, 30 de septiembre de 2011

No habrá paz para los malvados

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Como dijo el director ayer, en la primera sesión del ciclo de cine "La buena estrella" -organizado por la Universidad de Zaragoza- con semejante título ("No habrá paz para los malvados") sacado de la biblia, hay que ir al grano, sin tonterías. No la he visto aún, pero ayer Enrique Urbizu y Helena Miquel me dejaron con las ganas, y queda con el recuadro sin marcar de las tareas obligadas, pese a que por más veces que veo el tráiler, no le encuentro la gracia. Qué contradicciones.


De ayer aprendí muchas cosas. La conclusión que tengo a priori es que hice el ridículo. Pero eso solo lo sé yo, porque pese a todo me supe defender. Mis expectativas eran colarme en la rueda de prensa, grabar lo que los periodistas (un gran número, esperaba yo) preguntaran, y si me quedaba alguna duda después de todo, hacer preguntas yo. 

Cuando llegué me enteré de algunas cosas "confidenciales" sobre la película que la representante hablaba con alguien, y de que Juanjo Artero no había acudido porque había perdido el tren tras el rodaje de El Barco. Era él mi motivo principal, pero ahí me quedé esperando hasta que el alegre Luis me dijo que me sentara en unas sillas a dos palmos de los que iban a ser entrevistados. Solo había 3 sillas, por lo que a parte de mí, solo había dos periodistas. Estos periodistas venían más a copiar lo que dijeran Enrique Urbizu y Helena Miquel que a hacerles preguntas. Que no tuviera yo preguntas preparadas vale, porque no pensaba hacérselas, pero ellos sí. El momento me produjo una gran decepción al ver que el periodismo cultural en Aragón está de capa caída. 

Salí del paso de la entrevista y pregunté lo que pude. Nota para el futuro: última vez que no ves una película si te encuentras con sus creadores. Nunca sabes lo que puede pasar. Menos mal que me había documentado más o menos bien. Pero la sensación que me queda es que quiero aprender mucho más, que viendo mi primera experiencia como informadora del mundo de la cultura soy un cero a la izquierda; pero lo bueno es que no hay mucha competencia y me quedan tres, incluso cuatro o más años para formarme. Y por último, que equivocándome como hice ayer, sé que no me volverá a pasar. Por otro lado, un gustazo que me trataran como a una profesional.

lunes, 12 de septiembre de 2011

The best souvenir from Chicago

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jueves, 8 de septiembre de 2011

Días de vértigo

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No encontraré droga más sana que la valeriana, dije el otro día. Alguien me dijo una vez que la valeriana era mala para la salud si se abusaba de ella porque creaba cierta adicción. Yo abuso de ella porque con la cantidad de cosas malas para la salud que hay por todos lados, no creo que encuentre una mejor.

Una de sus propiedades es que aniquila el estrés, pero en menuda contradicción caigo si digo que a mí me gusta el estrés. Me gusta la valeriana para quedarme tranquila pero me encanta la excitación del café, que te hace tener ganas de todo. Me gusta la sensación de ir como una moto y de querer reírme por todo, incluso porque ela balanza de pagos de Portugal reafirma su posición deudora frente al resto del mundo, que es un drama... 

La valeriana trae un caballito de mar-serpiente hasta mi cuarto. Serpentinea-galopa por todas partes y deja un ambiente adormecedor perfecto para meterme en mi cama nueva, con esas sábanas nuevas tan suaves de círculos rosas, y soñar con un mundo perfecto hasta que a las 6:00 suene esa canción de Los Madison que tengo de despertador: "Mañana te recojo en la estación. Mañana dejaremos el calor de esta avenida. Mañana cambiaremos el sonido del despertador. DÍAS DE VÉRTIGO". Y café nuevamente.

martes, 6 de septiembre de 2011

Tapones

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No oigo nada. Qué paz. Con los tapones puestos solo soy capaz de escuchar mi respiración y mis latidos. Pero esa soledad, aparentemente tan pacificadora es tormentosa: me recuerda que no es aquí donde quiero estar. Las hileras verdes ya empiezan a darme náuseas. ¿Serán las chocobolas? Siempre me como dos de postre: una blanca y otra negra. Me entran ganas de llorar porque el café está perdiendo efecto y me da el bajón. Es todo un ciclo de rituales que hacen que estudiar  parezca cancerígeno. Es el peor momento para pensar, para extrañar. Porque no puedes correr a darle un abrazo o llamarle para tomar algo: te tienes que quedar aquí, quieta; en esta silla, frente a las mareantes hileras verdes. Todo el día. Solo un niño de 11 años (casi 12) me saca una sonrisa unas horas después. Y volver a casa. Y hablar. Para que alguien diga que se me da bien estudiar.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Volvamos a empezar

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Sería lo mejor.  A lo mejor no es tan difícil si estuvesen dispuestos a perdonar, a darse cuenta de que yo no tengo nada que ver con todo lo que rechazan. Son diferentes historias, y habrán podido comprobar que yo no guardo ningún tipo de resquemor. Mi tía ha dicho que se emociona por reunirnos todos, yo lo haría si no supiese que hay quien me mira mal, o raro, o quien me mira con el objeto de tener algo que criticar. A mí también me gustaría, por supuesto, tener esa sensación. Pero no puedo tener la paz de quien se siente en el seno de un grupo porque historias del pasado me hacen sentir al margen. Hasta que comprueban que no estoy tan al margen, que me involucro, que me importan y que me lo curro.