Estaban sentados en un banco, decidiendo a qué se parecía la forma de cada nube. Lo malo era que no había ninguna nube en el cielo, así que resultaba un juego un poco lento. De repente en ese parque, en ese pueblo, no parecía que hubiera ningún problema más grave que la impaciencia por ver otra nube divisarse en su campo de visión. A pesar de todos los problemas que había en el pueblo, la suya era una generación todavía pura y sin maldad. Ellos no querían problemas con nadie, pero era lógico que se posicionaran. Aunque posicionarse traía represalias, por supuesto. Lo de la intimidad era lo de menos, pero el propio derecho a expresarse estaba agotándose. Ellos no escribían por miedo a las represalias, la censura se instauró en su propia mente y los asuntos que siempre ocupaban las bocas de todo el mundo (algunos, temerosos de que nadie los oyera) los estaban consumiendo. Hay gente que sabe muy bien cómo hacer daño, y parece que pueden vivir felices con ello. Ellos preferían continuar sin molestar a nadie, centrados en los buenos momentos en el parque mirando las nubes. Pero hay quien no es capaz de permitir que alguien lo haga de ese modo, y tiene que impedirlo. Así que la vida se tornó una batalla entre los que querían atormentar a otros, y los que intentaban no morir atormentados.
Pero al final nadie tiene la razón; es la mente humana, es el ser humano, es la vida misma. Cada uno elige su propia filosofía de vida, y no una tiene por qué ser mejor o peor porque nadie puede ser objetivo y determinar una decisión óptima: siempre habrá a quien le guste y a quien le moleste cada cosa que hagas. Por eso, ellos comprendieron que el camino correcto no era el de agradar, pero tampoco el de atormentar.
-Como si fuera tan fácil- pensó él -siempre hay intereses que nos obligan a cooperar con otros.
-Exacto-, respondió el otro, -por eso es importante labrar nuestro propio camino con nuestros objetivos y tenerlos muy claros.
-¿Pero acaso no sería esa una vida muy planificada, dejándonos poco espacio al disfrute personal?. -Amigo, tienes que aprender a compaginarlo, ambas cosas son posibles.
-No me extraña que haya tanta gente con ganas de hacer daño, es mucho más fácil que pensar cómo hacer las cosas.
-Ese es el problema de la sociedad moderna, que nadie piensa en nada. Ni siquiera nosotros que preferimos perder el tiempo observando las nubes.
-Hay tanta gente que piensa por nosotros...
-¿Y acaso tienen ellos un cerebro superior al nuestro? Es exactamente el mismo, así que podemos hacerlo por nosotros mismos.
-Lo intentaré, pero será duro.
-Tenemos que empezar un largo camino para intentar que cada uno piense por sí mismo. Aunque eso podría ser peligroso, si todos piensan el porqué de todo, no permitirán muchas de las cosas que suceden diariamente.
-Debemos arriesgarnos.
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