miércoles, 15 de junio de 2011

Pronto acaba agonía

   Un vecino grita a alguien, y yo oigo a través del patio de luces, que está harto. Le apoyo, grito que yo también estoy harta, y aún tiene el morro de decirme que no grite, el capullo. Seguro que no es para tanto. Nunca es para tanto, quiero pensar siempre. Los días no siempre son fáciles o felices, pero intentas que lo sean por todos los medios. Casi lo consigues, pero últimamente siempre hay gente dispuesta  a estropear el intento de esperanza.  Mi esperanza más realizable ahora mismo es dormir, aunque a lo mejor es más costosa de lo que parece a simple vista.

Es un poco tarde. O pronto, según como se mire. Mi madre se levantará dentro de 20 minutos y yo aquí estoy escuchando un programa de radio un poco malo sobre dudas y cuestiones de los espectadores, y respuestas de los mismos. Al presentador no le interesa nada cómo funciona la bomba de no sé qué pero se hace el interesadísimo.

Yo no sé qué hago aquí despierta si ni tengo examen mañana. No sé cómo se me ha hecho tan tarde, la verdad. El caso es que entre uno y otro delirio he llegado a la conclusión de que el .doc que tengo que enviar no va a llegar a su puerto en estos momentos. Así que mejor me meto en el sobre y ya lo enviaré mañana. Siempre pienso que me gustaría ser de los que anteponen su salud a todo lo demás y duermen de seis a ocho horas todos los días, religiosamente.

Hoy, investigando sobre Toulouse-Lautrec (en honor al cual se llama mi pez), he encontrado esto. Ese pequeñajo me tiene enamorada.

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