Minúscula

Me indigno, me enrabieto y me enervo. El movimiento del 15M Toma la calle no es más que una gran muestra de toda la gente que está indignada, enrabietada y enervada. Es muy frustrante darte cuenta de que es tan sumamente complicado e incluso imposible provocar un pequeño cambio en la sociedad, en la política, en los pensamientos… 

En las elecciones del pasado 22 de mayo, la gente de mi pueblo, al igual que la gente de toda España, no pensó. No generalizo, y no banalizo. Seguro que no es así, y seguro que muchísima gente emite sus votos con convencimiento. Pero yo pensaba que estaba muy claro quién son los malos, y aún así, la gente les vota. 

Yo lo vivo más intensamente porque lo vivo desde dentro, a pequeña escala. En mi pueblo llevan mandando los mismos desde hace más de 30 años. Y anteriormente también eran esas familias los que podían presumir de caciques. Son una pandilla de cazadores que solo se preocupan por mantener los montes a su gusto y tener locales donde reunirse a comer jabalí. Si nadie más que ellos conoce el pueblo, mejor que mejor.

Un pequeño grupo llevamos muchos años intentando que haya un mínimo cambio en el Ayuntamiento de mi pueblo: que entre un candidato a concejal. Pero la democracia tiene el inconveniente de que por más que te empeñes y sepas que una decisión va a ser mucho mejor que otra, no depende de ti. Depende de los demás, y si la mayoría son familias de los demás, que votan un equipo formado por cinco personas de las cuales dos son simples monigotes cuya función no es más que evitar que entre el candidato del que hablamos. 

El movimiento del 15M no podría estar más acertado con su nombre, porque INDIGNADOS estamos todos. Pero no me pienso enervar sin ninguna solución. A las próximas elecciones me presento como candidata. Porque no recibiré ni 15 votos del total de 100 empadronados que somos, pero al menos los caciques se darán cuenta de que no siempre van a tenerlo tan fácil porque no siempre serán los únicos. En la variedad está el gusto.