Ahora empieza a darme cierto respeto esto de irme tan lejos. Siempre he sabido valerme por mí misma, y no creo que tenga que ser diferente en otra ciudad, pero aún así hay muchos factores que empiezan a no dejarme dormir por las noches a la hora que tenía previsto. Además de repente me siento una completa idiota: parece que por muchos años que lleve estudiando inglés, se me haya olvidado todo. Me pongo melodramática "por lo que pueda pasar", pero él como siempre, aguanta el chaparrón con entereza. No todo son malas sensaciones, ni mucho menos, también paso muchos ratos con la sonrisilla picarona de quien sabe que este va a ser el viaje de su vida. También es eso lo que me tiene despierta ahora: la impaciencia ante tantas cosas nuevas por ver; muchas, maravillas, según he investigado. La espera por conocer a mucha gente nueva, todos ellos con las mismas ganas, supongo, de reír que yo tengo. Y aprender, claro: aprender, descubrir, evolucionar. Estoy segura de que este viaje me va a cambiar, va a ser lo que necesitaba para comprobar que el mundo no se acaba aquí, con los pequeños problemas y alegrías que marcan la pequeña vida diaria en Zaragoza: Chicago amplía potencialmente mis posibilidades, para darme cuenta de que hay tanto...
miércoles, 6 de julio de 2011
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