Me acuerdo de cuando vine: los nervios, la maleta, la espera, no ver a Miguel en tantos días, la gente nueva, el inglés, los rascacielos, la escuela de Chicago... El primer día miraba absolutamente boquiabierta a cada detalle de mi alrededor. No era para menos. Me parece asombrosa la rapidez con la que nuestra mente y nuestro cuerpo se aconstumbran a un sitio nuevo. Ya no me parecen los edificios tan grandes ni yo me siento tan pequeña. Ya me he acostumbrado a esta ciudad: Chicago ya no será para mí algo inalcanzablemente sublime, pero yo siempre seré lo que sea (en parte) gracias a la ciudad del viento.
jueves, 28 de julio de 2011
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1 comentarios:
Ufff vuelvo a repetirlo, se q soy una pesada, me da pena pq sé q te gusta, pero tengo ganas de abrazarte.
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